sábado, 7 de mayo de 2022

Vivo con un monstruo

Vivo con un monstruo.

Vivo en una cueva con un monstruo que me agarra de las piernas y no me deja salir.

Veo la luz, la veo, quiero ir hacia ella, pero algo me coge mis extremidades insistentemente. No miro hacia atrás, no miro. Me da miedo verle, me da miedo que su cara sea la más horrible que habita el planeta, que sea un rostro conocido o, peor aún, que sea yo misma.

Hace tiempo que cada vez estoy más al fondo de la cueva, cada vez un poco más socavada, un poco más perdida, un poco más inerte.

Con sus ponzoñosas garras me desgarra la piel de las piernas, me duele cómo actúa, me duele lo que dice. Me duele él.

Con su voz me hunde más en la desesperación, me susurra lo débil que soy, lo poco que valgo, lo nada que importo.

Me invita a alejarme, a desprenderme de todo y de todos, a quedarme sola con él. Mientras él se hace más grande por cada victoria que yo voy perdiendo.

Me dice cosas feas, insinúa que nadie me quiere, que la gente es mala y traicionera y que yo soy una ingenua, una tonta y que merezco todo lo malo que me pasa. 

Este monstruo que me acompaña parece que a veces desaparece, dejándome dar unos pasos en falso para después volverme a arrastrar de nuevo. 

No es la primera vez que lucho contra él, sé que lo puedo vencer, que se puede ir. Pero ahora me cuesta más, noto que cada vez tengo menos fuerza y él, en cambio, es insaciable e imparable.

Aún así, lo peor de este monstruo es saber que lo he creado yo, que es fruto de mis vivencias y mi esencia. Que está compuesto de un mosaico de mí.

Este monstruo no me deja y no siento que no tengo herramientas para vencerle, al menos no por ahora. Me da miedo caer al fondo de la cueva, me da miedo que el monstruo me fagocite y que definitivamente se quede todo a oscuras.


[Texto sacado de la página de We Lover Size que narra la experiencia de una lectora con la depresión y la ansiedad]

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