Hoy te he visto y te he abrazado más fuerte de lo normal. Hace un par de días tuve un mal día y me consolaste; hoy me enteré de que ese mismo día había fallecido tu abuelo. No dijiste nada, me hiciste sentir que realmente era importante para ti cuando probablemente tú estabas pasándolo mil veces peor. Te imagino sentada, preocupada por todos, sobre todo por tu madre, sintiéndote de piedra al ser incapaz de llorar, una sonrisa de ánimo en los labios, pero rota de dolor por dentro.
Hoy hace un año que te conozco y puedo jactarme de llamarte amiga y que sea mutuo, de ser una de las personas que más te conocen (por mucho que te disguste eso) y de ser de las pocas personas en tu vida que saben sobre este blog. Al compartir enfermedad tenemos la suerte (o desgracia) de entendernos mejor que nadie. Si tuviese que hablar de una cualidad tuya hablaría de tu fortaleza. Poca gente sabe lo difícil que es salir de la cama cuando se tiene depresión o un tca, pero te veo cada sábado haciendo planes, como si fueses el alma de la fiesta, a pesar de que por dentro solo deseas quedarte y dormir. Te escucho hablar de lo difícil que resulta salir a por un helado, actuar normal cuando sólo quieres contar calorías o no te puedes sacar de la cabeza las que ya has consumido. Pero lo haces, una y otra vez, luchas contra todo y sueles ganar.
Podría destacar mil cosas que hacen que me parezcas maravillosa: la preocupación por tu familia, ese toque infantil mezclado con la madurez de quien ha sufrido mucho siendo demasiado joven, la lealtad...
Te he visto defender a tus amistades a capa y espada, poner el euro que faltaba en una cena a pesar de necesitarlo, hacer malabares con las horas del día para contentar a todos, organizar fiestas de cumpleaños... Y en ocasiones no recibir nada de vuelta. Por eso me enfadé tanto y me sentí tan mal, estaba ingresada por tu cumpleaños y nadie parecía tener tiempo de organizarte nada cuando tú siempre lo haces... Entendí tu tristeza, me sentí impotente... Te he visto llorar por alguien que no merecía ni una mirada... Tener pesadillas y esconder lo que te hacía vulnerable. Y, sin embargo, lo que más me cabreó fue el día que, llorando, confesaste sentirte inferior a tus amigas. Decías que eran geniales, que jamás serías la mitad que ellas... Cariño: eres hermosa, especial, buena... No eres la mitad, eres el doble que mucha gente. No tienes nada que envidiar a nadie porque eres perfecta en toda tu imperfección. Y sé que ahora tienes miedo de esto que vuelves a sentir pero sé que te entregarás y darás todo y más.
Tú eres capaz de perdonar mil veces a alguien, de no enfadarte, de ver lo bueno de cada persona; en cambio yo sólo puedo decir que sí alguien te hace daño por mucho que tú le perdones se las verá conmigo.
Hoy es nuestro día, es difícil llegar a conocerte, dudo que alguien te conozca del todo, pero la parte de ti que dejas ver y la que se puede descubrir con paciencia merecen la pena.
Odio leer y leí tu libro (3 veces), convirtiéndose en mi favorito, no me gusta escribir pero la ocasión lo merecía.
¡Te quiero Andy!