lunes, 28 de febrero de 2022

Adiós

 Adiós.

Cinco letras que encierran incontables emociones y un significado: se terminó.

Y qué difícil es a veces pronunciar esas letras. 

Hoy me despido de mi lugar seguro, aquel que apareció de la nada y que ha sido mi refugio secreto durante los últimos cuatro años. Mi remanso de paz cuando todo en mi interior estaba en guerra. Mi sostén cuando todo se tambaleaba.

Es complicado encontrar un lugar seguro en el que refugiarte cuando todo te pesa, cuando los monstruos te aprietan tanto el nudo en la garganta que apenas puedes respirar. 

Mi lugar, a ojos ajenos, es una ciudad y, en medio de ella, un piso. Para mí ha sido un lugar físico y mental, un sitio al que viajar para reencontrarme. Bastaba solo con llegar para que mi mente se quedase en silencio, para que hallase la calma en medio de la tormenta. 

Y sé que para muchos suena a locura, porque si observas mi vida verás que no me falta de nada: tengo una casa, alimentos, posibilidad de viajar, de estudiar y gente que me quiere. Y por eso es tan complicado de explicar, porque el problema no es visible, el problema soy yo. O, más bien, todo el daño que (me) he hecho. He pasado media vida autodestruyéndome, avanzando sin pararme a observar(me), intentando autoconvencerme de que si no pensaba en ello, todo lo malo desaparecería. 

Pero no.

Todo sigue ahí, como si se hubiese estado acumulando hasta explotar provocando un derrumbe. Como si yo fuese el Titán Atlas tratando de sostener mi propio mundo sobre mis hombros mientras intento mantener el equilibrio y evitar todos los escombros que caen y amenazan con tirarme. Como si fuese una ficha de dominó que se niega a caer mientras sostengo todos los pedazos que forman parte de mí y trato de incorporarlos porque no hay más opciones. Ya no hay nada más, todas las alternativas se agotaron hace tiempo y solo queda dar el salto. 

Tal vez lo 'peor' de todo esto es que el salto implica cosas buenas, y digo lo 'peor' porque es muy triste sentirse así cuando el cambio va a ser mejor, sentir miedo de dejar atrás todo cuando precisamente estás dejando atrás lo malo. A veces siento como si unas manos tirasen de mí para impedir que avance, y tal vez sea así, tal vez esas manos son las manos de esa parte de mí a la que yo llamo monstruo y que en realidad solo es una niña temblorosa que me grita que no quiere arriesgarse, que si doy un paso hacia arriba corro el peligro de perder el equilibrio y caer. 

Y abandonarla de nuevo.

Pero no 

Y es ese "pero no" lo que trato de hacerle entender a la niña, que puede que todo salga mal pero esta vez no voy a soltarla, no voy a dejarla sola frente a los demonios, porque ahora que por fin la veo mi intención es protegerla y demostrarle que no voy a hacernos más daño. No puedo prometerle que no sufriremos, pero sí que lo afrontaremos como un todo. Porque eso es lo que somos, la niña es una parte de mí aunque hasta ahora yo solo veía un monstruo cuando la miraba y me empeñaba en luchar contra ella y matarla. 

Pero no se puede matar algo que forma parte de lo más primario de tu ser. Ni quiero, aunque he de reconocer que descubrir la realidad de "mi monstruo" ha puesto todo patas arriba en mi interior, ha hecho que el caos sea más caos, si es que eso tiene algún sentido. 

Me siento muy perdida, soy una adulta que necesita tomar decisiones pero a la vez tengo que lidiar con todo el daño que me hice, con todo lo que me hicieron creer sobre mí y que resultó no ser verdad, con esa parte de mí que me esforcé en ignorar y que ahora, justo cuando no hay tiempo, reclama mi atención. Creo que podría decirse que la realidad me ha dado tal hostia que me ha hecho abrir los ojos de golpe, unos ojos que no sabía que tenía cerrados, al grito de "¡ESPABILA, JODER, TE NECESITA(S)! ES AHORA O NUNCA". 

Ahora o nunca. ¿Cómo he podido estar tan ciega? ¿Cómo he podido pensar que me merecía todo el daño que me he hecho? ¿Cómo he dejado que me hiciesen creer que no era digna de amor, que no merecía la pena, que no era hermosa ni válida? ¿En qué momento me convencí de que era mejor seguir en el infierno porque es algo que ya conozco antes que saltar y vivir? 

La respuesta es que no lo sé, aunque tengo la sensación de que últimamente esa es mi respuesta para muchas cosas: NO LO SÉ. Y es la verdad, ahora mismo no sé muchas cosas pero estoy en el camino de aprender, aunque la realidad me grita que debo darme prisa, que el tiempo se agota.

Que ya no hay sala de espera, porque eso es lo que era mi lugar seguro: un remanso donde aprender, donde quererme y sanar las heridas que comenzaron a sangrar cuando yo ya creía que eran cicatrices cerradas. Cada kilómetro recorrido es una punzada, una lágrima que esa niña asustada derrama mientras súplica volver. 

Pero no podemos. No puedo vivir en pausa, el tiempo de llorar todo lo acumulado ha terminado y es hora de aceptar mis errores, perdonarme y dejarlos atrás para seguir avanzando y no repetirlos, así como también es hora de asumir las consecuencias de esos errores y tratar de reparar el daño. Ya no puedo dejar que esa niña tome el mando, tengo que enseñarle que soy yo, la adulta, la que va a tomar las decisiones y la que se hará cargo de protegernos si algo sale mal. Tengo que encontrar todas esas partes fuertes, seguras y capaces que sé que viven en mí y que han estado sepultadas bajo las ruinas de mi autodestrucción para que vuelvan a brillar y a gritar al mundo "pude, puedo y podré". 

Así que adiós, mi preciado rincón de paz, sé que volveré algún día con las heridas cerradas y en paz conmigo misma. Gracias por todas esas primeras veces que me has regalado, que han sido muchas más de las que nadie se podría imaginar. Me has dado todo lo que podías darme, un espacio donde he reído pero también he llorado mucho, aunque incluso lo malo se sentía menos malo allí y el miedo se transformaba en seguridad. Y es que en eso consiste un lugar seguro, en un sitio donde el dolor se hace más llevadero y en donde la oscuridad deja de ser tan negra y se convierte en gris. 

Me despido sabiendo que volveré a recorrer tus calles y que las paredes de ese piso, que a pesar de no ser mío he llegado a llamar hogar, se quedan en mi mente para proteger a esa niña que en su interior se sentía menos asustada. Y, sobre todo, me voy feliz de saber que el amor que me ha guiado estos años por esas calles se viene conmigo en esta nueva aventura.

Adiós y gracias.





No hay comentarios:

Publicar un comentario