viernes, 29 de julio de 2022

Vínculos

Según la RAE, un vínculo es "una unión o relación no material, especialmente la que se establece entre dos personas", y eso es lo que he hecho estos cuatro últimos meses: formar vínculos, en este caso, terapéuticos. 

Han sido cuatro meses de prácticas, de descubrir muchas cosas de mí misma y, sobre todo, de aprendizaje, aunque en este caso creo que a pesar de haber aprendido mucho de mis colegas, las que más me han enseñado han sido las pacientes. No voy a mentir diciendo que fue fácil, porque no ha sido así, ha habido momentos duros, momentos de verme reflejada, de estar tan cerca de la enfermedad que su voz volvía a susurrar en mi mente y tenía que luchar para callarla. Momentos de miedo, de pensar que no podría dedicarme a esto, que la enfermedad volvería si lo hacía. Pero no ha sido así, he podido negarle de nuevo la entrada a mí vida y he podido seguir, aunque creo que por fin he dado con la respuesta a si esto tiene cura... Bien, la respuesta para mí es sí pero no. Me explico: considero que estoy curada pero sé que la enfermedad sigue ahí, unida a mí por un hilo casi inexistente que se niega a romper (o tal vez me niegue yo, no lo sé). Así que hoy por hoy mi respuesta es esa; sé que vivo sin ella pero que a veces volverá a susurrar(me) y tendré que expulsarla lo más rápido posible para impedir que se haga fuerte otra vez. Claro que esto solo es mi realidad, no es una verdad universal y cada persona es un mundo.

Esta es sólo una de las muchas preguntas que estos meses he podido responder(me) y, al hilo del título del post, si tuviese que quedarme con algo, sería con los vínculos que he ido formando con las pacientes y con algunas compañeras.

He visto a las pacientes reír, llorar, enfadarse, tirar la toalla y luchar, sobre todo luchar. Me he sentido frustrada, preocupada, orgullosa y mil cosas más que nunca imaginé. Son unas guerreras, algunas de ellas unas niñas todavía, que han tenido que madurar demasiado pronto y en muchas ocasiones a base de golpes, tanto físicos como emocionales. He tenido el honor de estar en una parte de su proceso, de ver cómo se abrían a mí, de abrazarlas incluso, porque a veces a pesar de que esto sea una relación terapeuta-paciente, el abrazo es necesario y sana más que las palabras. He estado en sus días buenos, esos en los que tanto me han hecho reír, me he sentido cuidada también por ellas con sus preguntas sobre qué tal estaba y me han hecho sentir que a pesar de su lucha les importaba mi respuesta.

Pero también he vivido la otra cara, la de la enfermedad. Sus malos días, la ansiedad y desesperación, las lágrimas, el dolor y sus "no puedo más, no quiero seguir", esos en los que yo tenía miedo por un momento, miedo de que fuese verdad aunque todo en mí gritaba que sí podían, que solo tenía que sostenerlas mientras encontraban la fuerza para levantarse. Y qué frustración genera eso, el no poder hacer que se vean a sí mismas como las vemos el resto: mujeres fuertes, valientes, valiosas, inteligentes y hermosas por dentro y por fuera, con una capacidad inmensa para brillar con luz propia que aún tienen que descubrir; mujeres que tienen mucho que aportar al mundo, pero a las que la enfermedad tiene cegadas, como si el TCA fuese una araña y ellas la presa atrapada en la tela, una tela suave que parece incluso bonita, pero cuya verdadera cara es todo lo contrario, es la destrucción en estado puro. Me pongo a pensar y recuerdo que yo estuve presa de esa araña, que esa tela fue mi refugio durante demasiados años, tantos que sé que las consecuencias las voy a arrastrar siempre. Y me gustaría ahorrárselo, salvarlas de todo eso, pero sé que no puedo, que es su lucha y que inevitablemente van a sufrir, aunque sí he podido acompañarlas y sostenerlas durante estos meses cuando caían agotadas, cuando necesitaban un respiro de la guerra interna que libran, una escapatoria de los demonios que habitan su infierno personal. Y me siento satisfecha de saber que lo logré, de haber podido tener con cada una de ellas esa última conversación sin las limitaciones que supone ser su terapeuta, esa despedida tan necesaria y en la que pude abrirme por completo y decirles que yo sí creo en ellas, que saldrán de esta y que les doy las gracias por haberme dejado entrar en su mundo, en su enfermedad; y no sabéis lo satisfactorio que es escuchar que les has dado fuerzas, que lograste espantar a sus demonios más de una vez, y ojalá pudiese acompañarlas hasta el final, pero no es posible, así que solo me queda darles las gracias: gracias, chicas, no creo que lleguéis a leer esto, pero sois fantásticas y ojalá algún día, más pronto que tarde, os deis cuenta de que tenéis la fuerza y la capacidad suficiente para derrotar al monstruo del TCA y salir al mundo con esa luz que brilla en vuestro interior y que, aunque débil a veces, sigue parpadeando, luchando sin cesar.