miércoles, 25 de octubre de 2017

Colaboración de Alicia en el país infernal

Algo que se desgarra mientras escucho a una completa desconocida contar su historia, aunque parece que sea una vieja amiga. Lloro sin importar que me vean y su vista se fija en mí, buscando algo que hoy no puedo mostrar, hoy debo huir.
Esa noche devoro el libro sintiendo ese infierno en mi piel, dejando que las lágrimas fluyan.
Por la mañana me dirijo a ella, un vistazo a mi pulsera y no hace falta más para tener su atención, pero mi estúpida ansiedad hace aparición. Ella la contiene, agarra mis manos y me insta a respirar hondo hasta que me calmo. Hablamos mucho rato pero no me pasa desapercibido el dolor de sus ojos, el tormento bien camuflado y yo me pregunto, ¿cuánto dolor soportas día a día, Laila? ¿Cuántas veces te has levantado? ¿Serás consciente de lo admirable que es? ¿Cuánto control tienes sobre ti misma? ¿Cómo se hace?
Enséñame, enséñanos.

martes, 17 de octubre de 2017

Estoy contigo, Galicia.

Galicia no arde, a Galicia la están quemando. Y con ella mi corazón y mi alma se deshacen de dolor por la gran pérdida que supone. ¿Qué me importa a mí sí Cataluña se independiza o no cuando es mi tierra la que se está quemando, mi gente la que está arriesgando sus vidas por no perderlo todo?
Mañana a estas horas estaré ahí, respirando un aire viciado por el humo que debería de ser limpio, solo pudiendo imaginar mis paseos por la arboleda que ya no se repetirán o el canto de los pájaros que ya no sonará. Fauna y flora perdida, cuatro vidas humanas, cuatro de nuestros mayores fallecidos por tratar de detener un fuego provocado por gente sin escrúpulos, por terroristas incendiarios.
Necesito estar ahí, en la tierra en que nací, abrazando a mis abuelos y ayudando en lo que pueda.
Galicia mi corazón está contigo y mis fuerzas también.

Martita_

domingo, 1 de octubre de 2017

Noches amigas

Noches de amistad, de reír, aunque por dentro estés llorando. Ese sentimiento de culpabilidad tan conocido me hace preguntarme sí va a ser siempre así para mí, culparme de cosas que no son malas. Mensajes sin respuesta y una parte racional hablando y otra enferma gritando, imponiéndose, hasta la sensación de estallar la cabeza. Calma, respira. Pero no, es inútil, las lágrimas aparecen con regusto amargo y se deslizan por mi cara, primero despacio, después como si unas compuertas se hubiesen abierto y no pudiese parar. Mil pensamientos me rondan, algunos con peor sabor que otros. ¿Soy buena persona? ¿Podré dejar de llorar así alguna vez? ¿Tiene fin esta lucha? ¿Se merece a alguien así, rota? Siento que soy una constante decepción, que intento cambiar y prometo hacerlo pero que no logro nada.
Y aunque sólo unos brazos pueden calmarme, son los brazos de la amistad los que me mecen sin preguntar hasta que me calmo.
Supongo que unos días es más difícil levantarse que otros...