jueves, 30 de enero de 2020

Hablemos de depresión, por Paula Marín.

Hablemos de depresión.

Hablemos de no poder dormir por la noche, de despertarte mil veces, de no parar de dormir.

Hablemos de no tener hambre o no dejar de comer, de adelgazar 10 kilos o ganarlos.

Hablemos de ir a dar una vuelta y que la vuelta te la den a ti.

Hablemos de no coger el teléfono, no salir de casa y no querer hablar con nadie

Hablemos de dejar las clases de inglés, el gimnasio y las noches con los colegas.

Hablemos del sonido de la alarma en los oídos cuando toca ir a currar.

Hablemos de nudo en el estómago, en la garganta, de las ganas de llorar. Del no dejar de hacerlo. Del no poder hacerlo.

Hablemos del sentirte inútil, del sentir que no te quieren, de sentir que has perdido hasta la capacidad de querer

Hablemos del asco infinito hacia cualquier cosa o persona, y de la culpa, de la puta culpa, que lo mancha todo.

Hablemos del esfuerzo que supone ir a la ducha, o pensar en qué ropa vas a ponerte.

Hablemos del pijama debajo del chaquetón cuando vas a comprar una lata de comida porque pensar en cocinar te desborda.

Hablemos del no mirarte al espejo para no sentir todo lo que no te amas.

Hablemos del túnel. Del jodido túnel en el que estás metido desde hace unos meses y en el que no ves salida.

Hablemos de no querer follar y de que solo la idea te produzca rechazo.

Hablemos de la soledad estando solo, y estando rodeado de gente.

Hablemos del no me apetece, no tengo ganas.

Del no quiero... Pero sobre todo del no puedo...

Hablemos de que no lo entienda ni dios, de que
digan que tienes cuento, que vas de víctima o que te lo inventas.

Hablemos del "no te rayes", del "anímate" del "solo es un bache"

Hablemos de depresión.

Y hablemos de soluciones. De información, de prevención, de comprensión, de ayuda, de apoyo, de medios, de recursos, de terapia, de recuperación, de salidas.

Porque las hay. Claro que las hay.

Y mientras no hablemos de depresión, no podremos hablar de salir de ella.

Así que, hablemos de depresión.

miércoles, 29 de enero de 2020

Todo lo que guardas.

Todo lo que guardas, acaba explotando. Palabras no dichas, llamadas perdidas, escenas que solo se dan en tu cabecita, pero que nunca pasan a la acción real.

Todo lo que guardas, no se difumina. No desaparece. No se evapora. No muere, sino que te va matando. Poquito a poco, eso sí, para que no te des casi cuenta, y cuando llegue el momento, no sepas salir del bote de cristal en el que te has estado metiendo todo este tiempo.

Lloras a escondidas, porque crees que a nadie le importa, y sigues viviendo eso que los demás parecen disfrutar, pero que te duele tanto, que cada mañana al levantarte lo primero que te viene a la cabeza es, joder! Otro puto día más. Otro esfuerzo por levantarme de la cama. Otro deseo de que se haga ya de noche para poder dormir porque así, siento que no existo. Y deja de doler un poco.

Y así se van acumulando días, semanas y meses, y guardas el tipo de cara a la galería, no vayan a pensar que tú también eres humano, que tú tambien sufres, que eres de carne, hueso, sangre y lágrimas. No vayan a pensar... siempre, los demás. Porque tú, vales menos. Eres lo último. Y no es importante.

Cuánto tiempo más vas a aguantar tú solo. Tú sola.

Cuánto tiempo más vas a aguantar hasta que revientes y lo manches todo del color que tienen tus fantasmas...

Cuánto tiempo más.

[Paula Marín]


sábado, 25 de enero de 2020

Se lanzó.

Sabía que iba a caer. Lo sabía. Porque esas cosas, a veces, se saben. Y ella tenía la capacidad de intuir las hostias antes de dárselas

Al menos algunas.

Sabía que iba a doler. Lo sabía. Como ya le había dolido otras veces. Y sabía que le tocaría pasar un duelo, bañarse en angustia y secarse en tristeza un tiempo, y que luego, volvería a estar bien.

Sabía que no iba a ser eterno porque aprendió que todo tenía fecha de caducidad y que había cosas que por mucho que una quisiera y pusiera de su parte, no estaban bajo su control.

Como también sabía que el tiempo que durase iba a ser una jodida maravilla, hasta que algo, o alguien, diera ese puñetazo en la mesa que lo rompería todo

Y aún así, se lanzó.

Y se lanzó muerta de miedo, con mil inseguridades y con millones de alertas.
P
se lanzó.

Sabiendo que a esa velocidad no quedaba otra que estrellarse, que hacerse añicos y que sufrir.

Sabía que pasaría.

Le dicen que por qué pisó el acelerador aún viendo el muro de frente. Ella, sonríe, porque aunque tenga aún heridas que está tratando de sanar, tiene también un saco de recuerdos que no cambiaría por nada.

Fui feliz, responde. Y quise hacerlo.

Sabe que puede con esto, y que podrá con lo siguiente. Como fue pudiendo siempre.

Y sabe que aunque quisiera ir despacio, aunque pudiera ir despacio, no quiere.
Hace años que se dio cuenta de que prefería tener el cuerpo lleno de cicatrices antes que no tener nada que contar.

Y ella, es así y no quiere cambiar.

Porque aunque se llene de miedo, también lo hace de otras cosas que la hacen sentir viva.

Porque ya murió varias veces, hace tiempo, sin atreverse a vivir.

[Paula Marín]


jueves, 23 de enero de 2020

@PaulaMarín (psicóloga).

Está sentada entre escombros.

Una vez más, la vida, ha derrumbado su mundo de un hostiazo que no se esperaba.

Una vez más, se sienta entre piedras que no sabe dónde iban.

Una vez más, toca empezar de cero.

Hoy va a dedicarse a llorar. Se lo merece. Se merece soltar lastre y gritar desde dentro lo puto injusto que es todo. Hoy, no quiere ver a nadie y quiere revolcarse en la mierda. Y permitirse ser vulnerable y pequeña, y abrazar la tristeza que sin quererla llamar vino.

Mañana, pensará un plan para empezar a ser fuerte. Mirará el desastre que la rodea y buscará maneras de darle cierto orden, dentro del caos que es ella. Valorará estrategias para poder montar algún castillo. Y construirá soldados que protejan lo que hoy tiene destrozado.

Y saldrá, dentro de un tiempo, con esa sonrisa. Con más cicatrices, pero también menos peso. Saldrá y se comerá el mundo, de nuevo.

Pero hoy, toca quedarse a llorar en los lugares rotos.

Para poder volver de ellos, sin piedras en los bolsillos.