Hoy tenía que hablar de mi libro desde la perspectiva de mi experiencia con la sanidad. Me pidieron sinceridad e incluso que fuese crítica. Pero no me han dejado. A cada momento que he dicho algo que no era de su gusto, han saltado como leones hambrientos. Creo que he estado a punto de irme al menos tres veces hasta que la voz de mi querido doctor de Pamplona ha dicho que porqué no dejábamos de hablar de enfermos y hablábamos de personas. A pesar de lo mal que me lo hace pasar a veces, lo he adorado cuando ha dicho eso. Hasta que ha empezado con sus preguntas pero me alegra saber que le ha gustado lo que he respondido.
He acabado y el aplauso transmitía el pensamiento de: pobre niña, esto le viene demasiado grande. Pero por suerte algunos de los presentes me han dicho que estaban de acuerdo, que se iban a leer el libro o que ya lo habían leído y que cuando acabe la carrera me esperan. Algo es algo.
Señores... Si no están preparados para oír la verdad, no la pidan.
No te des mal, el que sepa apreciarlo merece tu atención y el que no que le den morcilla.
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