domingo, 11 de octubre de 2015

Todo tiene un final.

Ese momento en que lo ves, y sientes que no sientes nada, y por ello sientes un vacío, una nostalgia por los sentimientos que allí había. Y por un instante deseas sentir algo, y sientes rabia hacia él. Decides respirar hondo y detener el tiempo un segundo para mirar en tu interior; para escuchar lo que tus seres queridos llevan tanto tiempo diciéndote, lo que tu corazón intenta que entiendas pero tu mente se niega a aceptar: es el final, y lloras, pero de alivio porque al fin lo has comprendido, al fin te has liberado de lo que te mantenía prisionera en la tristeza, de la culpa y del círculo vicioso que tu misma habías creado. Te calmas y unos ojos se cruzan con los tuyos, y tu estómago da un vuelco; una tímida mariposa revolotea por él, y una sonrisa comienza a aflorar en tus labios y te preguntas ¿será demasiado pronto? Y tienes miedo, miedo a que te lastimen de nuevo, pero en tu interior sabes que no vas a dejarlo pasar, que lo vas a intentar y que en el camino aprenderás a estar de nuevo contigo misma. Porque hoy, amiga, hoy, has vuelto a sonreír.

No hay comentarios:

Publicar un comentario