Sabía que iba a caer. Lo sabía. Porque esas cosas, a veces, se saben. Y ella tenía la capacidad de intuir las hostias antes de dárselas
Al menos algunas.
Sabía que iba a doler. Lo sabía. Como ya le había dolido otras veces. Y sabía que le tocaría pasar un duelo, bañarse en angustia y secarse en tristeza un tiempo, y que luego, volvería a estar bien.
Sabía que no iba a ser eterno porque aprendió que todo tenía fecha de caducidad y que había cosas que por mucho que una quisiera y pusiera de su parte, no estaban bajo su control.
Como también sabía que el tiempo que durase iba a ser una jodida maravilla, hasta que algo, o alguien, diera ese puñetazo en la mesa que lo rompería todo
Y aún así, se lanzó.
Y se lanzó muerta de miedo, con mil inseguridades y con millones de alertas.
P
se lanzó.
Sabiendo que a esa velocidad no quedaba otra que estrellarse, que hacerse añicos y que sufrir.
Sabía que pasaría.
Le dicen que por qué pisó el acelerador aún viendo el muro de frente. Ella, sonríe, porque aunque tenga aún heridas que está tratando de sanar, tiene también un saco de recuerdos que no cambiaría por nada.
Fui feliz, responde. Y quise hacerlo.
Sabe que puede con esto, y que podrá con lo siguiente. Como fue pudiendo siempre.
Y sabe que aunque quisiera ir despacio, aunque pudiera ir despacio, no quiere.
Hace años que se dio cuenta de que prefería tener el cuerpo lleno de cicatrices antes que no tener nada que contar.
Y ella, es así y no quiere cambiar.
Porque aunque se llene de miedo, también lo hace de otras cosas que la hacen sentir viva.
Porque ya murió varias veces, hace tiempo, sin atreverse a vivir.
[Paula Marín]
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