domingo, 2 de abril de 2017

Días en familia

Todo cambia en el momento en el que descubres que no estás pegada a tus padres en la comida familiar, que de hecho estás sentada con tus primos, esos que hace mogollón que no ves pero que en ese momento descubres que te lo estás pasando bien. Realmente bien.
Y entonces bajas a la puta realidad.
Eso me ha pasado a mí hoy, en el momento en el que he visto a mi madre llorando, cuando no tenía sentido alguno, y la felicidad se ha ido rauda y veloz. Un cúmulo de rabia atorado en la garganta, porque día tras día intento que vean que no está bien, mi madre no está bien mentalmente, pero prefieren jugar a que todo va bien, buscar causas físicas que no son en vez de centrarse en las psicológicas. Y eso me está matando, realmente hoy me di cuenta de que me he vuelto egoísta en mi bienestar porque sé que no me quedaré a ver cómo cae, y no será una huida sino una marcha por mi bien. Porque no estoy dispuesta a perderme a mí misma intentando salvar a alguien que no sé si quiere ser salvado, aunque ese alguien sea mi madre y la quiera más que a mi vida. Y ahora llamarme mala persona, que probablemente lo merezca, pero primero intentad poneros en mi lugar, en lo que es llegar a casa feliz y acabar llorando cada noche porque todo se resume en: tu madre está mala, solo importa eso, pero tampoco vamos a hacer nada así que ocúpate tú de echarle la bronca cuando proceda, como si fuese una niña... Y guárdate las lágrimas, que no interesan. Y así día tras día, hasta no tener ganas de levantaros de la cama...
Hoy me di cuenta de que no tengo fuerzas para esta batalla, de que me rindo... Y que sea lo que Dios quiera.

PD. Gracias a mi primo, que sé que leerá esto, por la charla y por hacerme ver las cosas (y perdón por haberte manchado de maquillaje la chaqueta al llorar) ❤

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