jueves, 16 de marzo de 2017
Desahogos
Hay días en los que pienso que no puedo más y después compruebo que sí, que puedo un poco más. Entonces me pregunto dónde está mi límite y descubro que en realidad sí sé dónde está: cada vez que exploto, cada vez que lloro, es una defensa para alejarme del límite, para evitar otras conductas. Pero en verdad estoy cansada, muy cansada. ¿En qué momento sucedió todo esto? El tener que actuar como la madre de mi madre. Obligarla a comer, razonar con ella... Y escuchar a todo el mundo decir que tengo que cuidarla. Sí, mi madre es fundamental para mí pero ¿no debería ser al revés? No puedo contar nada en casa porque todo se reduce a "tu madre está en la cama". Y yo solo quiero dormir y dejar de sentirme culpable por todo. Me levanto cansada y me acuesto cansada. Mentalmente. Mi mente es un torbellino, un "vamos a jugar a la familia feliz". Y luego me siento egoísta, porque no quiero que mi madre vaya a la unidad que voy yo, es el único sitio donde jamás me juzgaron, es mi sitio. Me va a estallar la cabeza... Siento que si no me voy de aquí me voy a terminar ahogando. Tengo miedo de todo ahora mismo: de dormir y soñar, de lo que me digan de la espalda el viernes, miedo de que los ruidos de mi garganta no se vayan nunca, miedo de defraudar, de suspender... De perder a todos los que quiero porque se cansen... De caer.
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Necesitas salir de ahí cariño, pero a descansar. Te estás consumiendo y quiero ayudarte pero no sé cómo si tu madre no pone de su parte. Tú no eres responsable de ella, Andrea, deja de intentar contentar a todos porque no te está dando resultado. Así no eres feliz, empieza a contentarte tú joder. No me canso de ti pero me gustaría que te apoyaras más en nosotras, que nos dijeses que estas mal para poder acudir. Te quiero flaca.
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