miércoles, 30 de noviembre de 2016

No suelo colaborar con el blog pero me he dado cuenta de que me sirve de desahogo y además puede que así lo leas y hagas caso. Te conozco desde hace mucho tiempo, años de pasar cosas juntos y muchas de ellas bastante cabronas. Por eso ahora me pregunto qué coño estás haciendo, si sabiendo lo que es bueno y lo que no haces lo peor. No puedo culparte porque cuando se trata de cagarla soy al que mejor se le da. Estoy en contra de la violencia pero realmente hoy, cuando te fui a ver, me dieron ganas de sacudirte por los hombros. ¿Qué tal tu brazo? Insensible me has dicho. Pero ahí seguías, cocinando. Hasta que te ha saltado aceite y he oído a tu tío diciendo que las mujeres son flojas. Era de broma pero he visto tu mirada de odio y a mí me ha hervido la sangre. Después, te he visto arrodillada ayudando a tu madre a ponerse la rodillera y he querido gritar qué cojones hacías ahí con los problemas de espalda, sobre todo cuando al levantar vi tu cara de dolor. Pero lo mejor ha sido escucharte con tu madre discutir porque no le apetecía comer y a ti, tan agobiada. De nuevo respiras hondo y sigues, adelante como siempre y yo me pregunto cuánto tardarás en llegar al límite, porque pienso estar ahí, dije siempre y siempre será, aunque tenga ganas de gritarte, aunque sienta que estás haciéndote daño, yo te diré las cosas y luego te abrazaré. Porque cuando te necesité estuviste y ahora me toca a mí...
Y porque me debes unas natillas del mercadona, pequeña estrella.

1 comentario:

  1. Pero cómo te quiero, joder, gracias por todo mi estrellado!! Y las natillas cuando quieras además te debo una, por ser el único que se ha acordado de mi santo!! Siempre, hermano ❤

    ResponderEliminar