Comí en su compañía, saboreando de vez en cuando sus labios, su lengua que aún contenía trazas de tabaco. Eran besos normales, con apenas exigencias. Después tocaba trabajar en mí misma, como todos estos días. Y estaba él. Salimos hablando de todo y de nada pero notaba la tensión que había entre ambos. Un conocido me entretiene y pierdo el bus.
-¿Tienes prisa?
-No.
-¿Te apetece tomar un café y me enseñas tu libro nuevo?
Y lo sigo a su casa. Ya en el ascensor estalla esa tensión, casi nos hacemos daño con la urgencia de besarnos. Entramos a su casa pero no me suelta, no le suelto, hambrientos de nuestros cuerpos. Me exige y le exijo, sin ninguna delicadeza y cuando me hace suya me permito desconectar del todo y centrarme en el. Consume mi rabia, mi tristeza... Me arregla cada vez que me muerde en la cintura... No hay amor en esta primera vez, solo fuego. Y después, una despedida sin palabras, no son necesarias, ya sabemos que se repetirá.
Más tarde, otros labios, esta vez pierdo el bus por poco pero estos besos no exigen... Sus dedos enredados en mi pelo y una lengua que apenas se atreve a asomar a mi boca. Es dulce. Es distinto. Pero mi corazón no late acelerado, no late como con él, ese del que ya casi he olvidado el sabor de sus labios, ese que me confesó un te quiero y me tiene en las nubes... Sí, mi corazón es suyo, aunque mientras me dedique a vivir, a hacerle caso a la razón que me dice que no cierre todas las puertas...
Ese nuevo libro será un éxito y.. Me gustaría tener todo tan claro como tu, pero bueno me alegra saber que al menos has olvidado a esa persona que sólo te hacía daño. Te merecías mucho más.
ResponderEliminar