Cada día que pasa, todo es un infierno.
Uno cae quizá en depresión y ni siquiera se da cuenta.
Otro, en ansiedad y le cuesta respirar.
Otro, le comen por dentro sus propios demonios
y ya no sabe en qué idioma hablar para espantarlos.
Y el otro, simplemente, habla con su otro yo.
Hay un otro yo, que todos tenemos,
que sale en situaciones complicadas, por inercia.
Tenemos a alguien que aparece con tal artillería
que sientes que no estás solo.
O lo estuviste tanto,
que al final uno mismo es el único acompañante.
A veces, quizá queda sonreír,
con los ojos inflamados de no dormir,
y con una cara como si te la hubiesen golpeado.
A veces solo queda andar,
sin rumbo,
sin paradero,
a un lugar en el que todo se calma.
Pero a veces,
y solo a veces,
la calma en el interior viene justo en ese momento,
cuando te sientes tan muerto
que la única opción que tienes
es contraatacar con todo.
Contra todo.
Ante todos.
Ante todo.
Y contra ti.
Especialmente.
Para salir a flote.
Y vivir la vida,
y no dejar que la vida
te viva.
Gracias, amigo, porque con tus palabras describes mi lucha diaria, y la de muchas otras personas.
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